Como Ulises, el viejo Straight regresa a casa ―a la casa
del corazón o de su hermano―, en una cortacésped, por las llanuras oceánicas de
Iowa.
La historia de Alvin Straight es tan densamente humana que no parece
real. ¿Podemos imaginar a alguien más semejante a un héroe? Hace falta mucho
coraje para refundar el amor después de enterrarlo durante largos años bajo el
resentimiento, sobreponiéndose al orgullo y ―aún más chocante― a la inercia del
hábito. Se acerca la muerte, y urge rescatar al amado enemigo. Hace falta
coraje o valerosa terquedad para lanzarse a los arcenes de las desoladoras carreteras
en un vehículo de juguete, afrontando la intemperie y el desamparo en plena
vejez.
Y, al mismo tiempo, ¿podría
haber alguien más humano? De una humanidad insólitamente pura. Porque eso es la
aventura humana: encajar la propia debilidad y sobreponerse a ella, obligándola
a servir a un sueño o a un deber, que es el sueño más difícil… ¡Qué humilde,
qué gigante nos parece el viejo Straight, perdido como una mota de polvo por las
llanuras oceánicas de Iowa! Ganándolas metro a metro, en pos de un designio
solo porque es el suyo, regresando a casa como Ulises, pero más grande: un
simple hombre a la altura de los héroes. ¡Polvo será, mas polvo enamorado!
No hay comentarios:
Publicar un comentario