viernes, 22 de noviembre de 2019

Moral y vínculo

La moral surge de la sociabilidad
, porque una de las primeras necesidades del grupo es dotarse de normas (de hecho cabría pensar que los grupos se definen, precisamente, por sus normas), y las reglas personales se van perfilando a partir de las leyes colectivas: primero como coacción, más tarde como compromiso.


Yahvé le entregó a Moisés las tablas de los mandamientos, y para un creyente hebreo ese es el referente de cualquier moral que aplique a su vida cotidiana. Y aun al margen de la religión, existen un conjunto de leyes explícitas y de normas implícitas que rigen nuestros criterios para separar lo bueno de lo malo.

La buena convivencia nos quiere buenos, la tribu nos quiere correctos, y lo correcto es el antecedente de lo bueno, como nos recuerda Comte-Sponville hablando de la urbanidad. Un hombre solo en el mundo no necesitaría moral: a Robinsón, un error puede costarle la vida, pero es poco probable que lo atormente un remordimiento, al menos antes de llegar Viernes y los caníbales. Solo desde que aparece el otro tienen sentido el tabú y la moderación, la bajeza o la excelencia, que no son sino los modos de establecer un vínculo con ese otro y construir el nosotros. Es el vínculo, en definitiva, el que instaura y define la moral.

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