viernes, 6 de diciembre de 2019

Discrepancias con Bartleby

¡Cuántas veces nos gustaría poder decir, como Bartleby el escribiente, «preferiría no hacerlo»!
¡Cuántas veces querríamos tener el valor de ese terco dimisionario, y oponer al mundo nuestra abstención! Sin embargo, hay que seguir; hay que hacer, también y sobre todo, lo que no se quiere, lo que se preferiría no hacer.


    ¿Por qué? Porque lo humano consiste en eso, en cumplir lo que toca aunque no se quiera, en poner el deber por encima de la apetencia, en responder ―y de ahí la responsabilidad― cuando uno desearía callar.
 
Eso es lo que nos replicaría Kant, adalid del deber: para él, la mera apetencia no importa, existen obligaciones y hay que completarlas. La libertad tiene una dimensión moral, y no solo limita con la impotencia: también, quizá sobre todo, con la obligación. Lo malo es lo que desiste, lo bueno es lo que resiste. Spinoza, en cambio, parece invitar a lo contrario; lo bueno, simplemente, es lo que nos da fuerzas: ¿por qué no desistir de lo que nos agota? Sin embargo, nos avisa, al final, que mantenerse fiel a uno mismo no es tan fácil: «arduo, ciertamente, debe ser lo que tan raramente se encuentra… Todo lo excelso es tan difícil como raro». Así que el camino sigue costando, y lo valiente sigue siendo hacer lo preciso, aunque se prefiera lo contrario.

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