viernes, 17 de enero de 2020

Pensar mal

Piensa mal y acertarás, previene el refranero con cierta crueldad.
A su modo tiene razón: más tarde o más temprano, las gentes son mezquinas, se equivocan, nos traicionan, se nos enfrentan… Sin embargo, me atrevo a creer que lo contrario también acertaría.


    Cada cual se sabe lo suyo, y nadie es malo para sí, y la mayoría de la gente, si no toda, busca lo mismo: que la acepten, que la quieran, que le den abrigo y alimento. El frasco medio vacío también está medio lleno. La sorpresa nos viene del lado por el que no caminamos. A la vida le gusta escribirse con muchos peros: nuestro pensamiento es demasiado plano para su rugosidad. Eso debería hacernos cautos a la hora de juzgar.

¿Pensar bien o mal? De todo un poco. Baudelaire llamó a sus lectores hipócritas y amigos: seguro que acertaba en ambos casos. ¿Quién no es hipócrita alguna vez? Borges soñó con jardines en los que sucedía todo lo posible: en ellos, nuestro mejor amigo podía ser a la vez nuestro asesino, y ambas cosas son verosímiles. Si el ser es leve, las cualidades lo son más: la brújula interior no impide que naveguemos según sopla el viento. ¿Hay algo más cambiante que los afectos? Quizá las opiniones. La vida es difícil para todos: juzguemos cuanto haga falta, pero siempre con misericordia.

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