Como Epicuro, Protágoras ha sufrido el ensañado menosprecio
de los adalides de la esencia, cosa que probablemente no le habría preocupado:
buscaba el conocimiento práctico y consideraba relativa la verdad. Por ello, la
historia lo relegó al olvido.
También como en el caso de Epicuro, sus libros
fueron prohibidos y destruidos, y no ha llegado ninguno hasta nosotros. Pero su
figura y su mensaje no han sido borrados del todo.
Protágoras paseaba por Atenas inmiscuyéndose
en las discusiones, que al parecer le encantaban. Con su genial capacidad para
el argumento, demostraba hasta qué punto la verdad es relativa y depende del
punto de vista. Lo hacía defendiendo convincentemente tanto una postura como la
contraria. No es que negara la existencia de una verdad, solo intentaba
enfatizar que lo que cuenta para la vida social es la verdad de cada uno, y la
capacidad para hacerla valer. Por eso le parecía importante la educación, y
vivía de sus clases de retórica, por las cuales cobraba bastante bien.
Protágoras es un precursor
de los humanistas al poner al hombre en el centro del universo. Se desentendió
de los dioses y prefirió dedicarse a los asuntos humanos. Conocer para vivir,
platicar para vencer. Fue perseguido por quienes prefieren vencer por la
fuerza.

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