Como ventana abierta desde mi celda, cada día escucho
por internet el monólogo de Carlos Alsina en Onda Cero. Él lo llama Diario de pandemia. Quince minutos de
humanidad y sensatez, una ráfaga de aire fresco y curativo en medio de la
oscura nube que nos asfixia. Y cada día lloro y sonrío y encuentro en sus palabras
un alivio que se parece a la esperanza.
Con las humildes historias
de gente que le escribe, con las preguntas indignadas
que todos nos hacemos, repudiando mezquindades, Alsina nos hace sentir que no estamos solos. Su voz grave
y tierna parece la de un padre que abraza y exige resistir. “Un día menos para
acabar con esta pesadilla”, recuerda siempre al comienzo. Y nos despide animándonos
con una canción italiana vieja y rudimentaria, irresistiblemente simpática, que
Ombretta Colli entonaba en los setenta; una melodía esquemática y pegadiza repleta
del ingenuo hálito de aquellos años jóvenes, cuya letra evoca todas esas cosas
simples que ahora hemos perdido y que son las únicas por las que vale la pena vivir:
“Hagamos como si todo fuera bien… Que los mayores estén bien, que los jóvenes tengan
siempre una oportunidad, que tengamos salud…” Ya debemos ser muchos los que la cantamos
llorando. En tiempos de oscuridad, la diferencia la marcan los que, como Alsina,
encienden una luz.
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