miércoles, 25 de marzo de 2020

Semmelweis

Me entero, por las curiosidades del Google, de la historia de Ignaz Semmelweis
, que viene muy a cuento en estos trances de gérmenes aciagos. El doctor húngaro del XIX merece nuestra memoria no solo por descubrir la importancia de que los médicos se lavaran las manos, cuando aún no se sabía nada de agentes microbianos, sino por ser un ejemplo de lucha empecinada y naufragio contra la cerrilidad mental.


A veces, el mérito más grande es mantener limpios los lentes del sentido común. Semmelweis se dio cuenta de que morían más parturientas cuando se las atendía después de practicar una autopsia. Dedujo la transmisión de «partículas cadavéricas» a través de las manos de los médicos. Se hicieron pruebas de lavado estricto de manos y… voilà, la mortalidad cayó en picado.

Pero a los doctores no les hizo gracia que se les implicara en la muerte de sus pacientes, y Pasteur aún no había demostrado que son los gérmenes los invisibles transmisores de enfermedades. Así que condenaron al ostracismo a Semmelweis, y como este siguió en sus trece lo internaron en un asilo para enfermos mentales, donde murió con solo 47 años por las heridas de una paliza que le propinaron sus vigilantes. Triste final para quien debería haber sido honrado como un genio. Cada tiempo tiene sus crucificados.

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