Maltrecha España… Caciques de taifas de tres al cuarto, a
los que sabe a poco su virreinato porque lo sueñan absoluto, aprovechan
estas horas de desconcierto y barren para su redil, poniendo trabas a los esfuerzos colectivos.
Qué fácil es despotricar contra el que se expone, cuidando muy bien de ocultar
bajo la alfombra los propios desatinos. Y qué miserable, en una hora de tragedias
y muertos en que, con las críticas que sea, lo que hace falta es arrimar el
hombro y unir fuerzas frente a una némesis que devasta la vida de hoy y de mañana.
Sabíamos que eran canallas, que jamás les importó
más que lo suyo. Conocíamos su oportunismo falaz, que, como el de las pestes,
se ceba en las heridas. Presagiábamos de sobras, pues la demostraron mil veces,
su deslealtad, que a regañadientes se aviene al pacto mientras no tiene más remedio
y lo traiciona en cuanto se le presenta un flanco débil en el que morder. Todo
eso lo sabíamos ya, pero estos sinvergüenzas siguen sobrecogiéndonos con su
capacidad para la infamia.
Un fantasma muy real
recorre el mundo, un jinete del Apocalipsis nos pone contra las cuerdas. Miles
de expertos trabajan y hasta dan la vida por encontrarle remedio; cada cual
hace su sacrificio. Mientras tanto, los miserables calculan cuánto pueden sacar
de esa desgracia. Confinemos su ruindad: ellos son otro virus.
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