viernes, 24 de julio de 2020

Segundas oportunidades

Cuando la vida nos extravía, como a Dante, por lóbregos parajes, ¡cómo nos gustaría poder cerrar los ojos y, al abrirlos, comprobar que todo ha sido un espejismo!
¡Qué no daríamos por poder volver atrás, y remontarnos a la encrucijada en la que elegimos mal! 


Pero, incluso cuando se nos conceden segundas oportunidades, ya nada es lo mismo. El mundo ha cambiado, y nosotros con él. Ya no queda un atrás al que retroceder. La cuestión no es dónde podríamos estar, sino qué hacer aquí. El sueño de partir una y otra vez del mismo punto, que con tanta gracia plasma el filme Atrapado en el tiempo, no es más que eso, un sueño (bastante parecido, por cierto, a una pesadilla).

¿Quién nos certifica que otra elección no hubiese sido peor (y esto también lo han fabulado algunas ficciones)? Es más: ¿quién nos asegura que no volveríamos a elegir lo mismo, incluso ahora que somos distintos? De todas las encrucijadas ―y cada instante lo es―, ¿cuál fue el momento clave del que dependía todo? Tal vez, para hacer las cosas bien, tendríamos que remontarnos al principio del principio, tan lejos de lo que somos ahora que ni siquiera estaríamos allí. Bien está reflexionar e intentar aprender, pero solo nos queda el futuro, y empieza justo en esto que tenemos. 

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