martes, 4 de agosto de 2020

Mar puro y olvido

Hay que alegrarse de que los demás se quieran, porque son los que se quedarán cuando nos vayamos, y lo que cuenta es que la vida perdure.
Porque son ellos los que tomarán el timón cuando nos fallen las fuerzas, y lo que cuenta es que el viaje continúe. Y tienen que quererse para querer vivir, para querer navegar y enfrentarse a cíclopes y tormentas.


Hay que alegrarse de que se nos recuerde un poco, pero más de que se nos olvide, porque nuestra presencia fue un centelleo ínfimo entre las dos eternidades de la ausencia. Lo que debe recordarse es la vida, porque es la vida la que quedará cuando nosotros nos vayamos, y hay que olvidar para mirar adelante con los ojos limpios y el alma abierta.

Hay que alegrarse de no hacerle falta a nadie, porque así podremos perdernos un día sin remordimiento a través de la espesura, y desentendernos de todo y sentir la liberación de no tener que volver, y dar los pasos que nos queden sin mirar atrás, o viajar al oeste como los seres antiguos, y dejarle el mundo a quienes les corresponda, deseándoles suerte y alegría. ¡Qué alivio de olvido, qué ligereza de nimiedad, qué sosiego de mar puro mientras se dejan atrás todos los puertos! La pequeñez es nuestra suerte, ella nos hace libres. 

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