sábado, 19 de septiembre de 2020

Resistir con Montaigne

En la historia del pensamiento, nadie como Montaigne pone la filosofía al servicio del «bien vivir y el bien morir», como él mismo declaraba.

En sus Ensayos, pragmático, medita con libertad acerca de todo lo que se le antoja, atribuyendo «a cada cosa su valor verdadero según fuera más o menos útil y propia para su vida». 

De los demás se puede aprender, pero hay que decidir según el propio criterio: «En todo y en cualquier lugar bástanme mis ojos para mantenerme en el deber; no hay otros que me vigilen tan de cerca ni a los que respete yo más». 

Si el dolor es propio (y sus cólicos se lo recordaban), propios deben ser los modos de afrontarlo. 

La sinceridad es preferible porque «debilita el reproche y desarma la injuria». 

Epicúreo en disfrutar de la vida, frente a las adversidades Montaigne se nos muestra heredero de los estoicos: «Hemos de aprender a soportar aquello que no podemos evitar». 

Pensar tiene que sernos útil «para nuestro reposo y nuestra conservación». 

Aquí aparece el escéptico: cambiemos la opinión que nos daña, optemos por la inconsciencia si eso ayuda. ¡Tantas tonterías se han dicho en nombre de la verdad! 

Aunque, en definitiva, solo la acción transforma: «Podemos, por costumbre y experiencia, fortalecernos contra el dolor, la vergüenza, la indigencia y otros accidentes». 

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