Séneca envió muchas cartas a conocidos para convencerles de que el equilibrio depende en última instancia de la propia actitud, la cual, si es la apropiada, nos permitirá afrontar los rigores de la existencia con la mínima mella.
Gran parte del dolor tiene su causa en nuestra propia resistencia: «Obedecer a la Vida es libertad».
Se trata, pues, de estar siempre dispuesto a la vida, traiga lo que guste, pero no simplemente soportándolo, sino afirmándolo con convicción: «Debemos alcanzar la disposición interior de querer lo que las circunstancias nos exigen».
El alma inquebrantable es firme, previsora, aguda, sensata, libre, armónica: conquistarla depende de la voluntad.
A menudo la sabiduría consiste en acertar a la hora de elegir: «El sabio será todo lo feliz que le permitan las circunstancias, y si la contemplación del universo le resulta insoportablemente dolorosa, contemplará otra cosa en su lugar».
Por eso es tan importante mantener el propio criterio sin dejarse arrastrar por las creencias ajenas: «Como todos prefieren creer a juzgar... nos perturba y pierde el error que pasa de mano en mano».
Hay que ser firme con uno mismo en «aumentar la continencia» y «enfrentar la demasía», y no desistir nunca de pensar: «Arma la razón y ella te armará contra todo lo demás».

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