martes, 29 de septiembre de 2020

Resistir con Spinoza

Spinoza llamaría a aguantar, por lo que ello tiene de alegría, porque resistir es una potencia; rendirse, en cambio, es una tristeza y un lamentable desaprovechamiento de conatus.

Él mismo nos dio uno de los ejemplos más asombrosos de resistencia frente a adversidades que habrían demolido a los mejores, una entereza que casi parece inhumana. Su expulsión de la comunidad judía, acompañada de las más estremecedoras maldiciones, comportaba la pérdida de todos los cimientos que nos apuntalan en el mundo: el prestigio (luego la autoestima), las posesiones, la tradición, el contexto protector de la comunidad… 

Spinoza no se rebeló contra ese destierro absoluto, lo asumió con serenidad resignada, se cargó a la espalda sus cuatro bártulos y se marchó a otro sitio para continuar con su música de la razón: mantuvo intacta la fidelidad a sí mismo y a su trabajo, buscó la manera de ganarse la vida humildemente, aceptó la ayuda de algunos amigos, fundó una soledad pétrea y siguió describiendo su verdad minuciosa, incluso contra la incomprensión, incluso contra la persecución. 

Nos instruyó para persistir tenazmente en el medro, que él llamaba alegría, frente a la avalancha de las fuerzas que se nos oponen, solo porque así somos y así es el mundo y el mundo es Dios.

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