viernes, 9 de octubre de 2020

Resistir con Buda

Según se nos cuenta, Buda volcó su vida en la persecución de un único aprendizaje: cómo podemos encarar el inevitable sufrimiento del modo más llevadero. Sus conclusiones, que acrisolan las enseñanzas de sabidurías milenarias, han iluminado a la humanidad, mostrándole el camino de la paz interior.

Si la principal causa del sufrimiento son nuestras ideas y nuestras actitudes, la estrategia consistirá en cambiarlas. Esa tarea, el noble sendero óctuple, debe descartar sin miramientos nuestros malos hábitos a la hora de pensar (creencias erróneas como que hay que defender el ego), hablar, actuar, trabajar y observar (la meditación es un modo de centrar la atención y mirar con claridad). 

Lo que me fascina del budismo ―sobre todo en sus mejores ramas, como el zen― es que no se prodiga en graves disquisiciones, sino que se basa ante todo en practicar. El budismo genuino prescinde de los dogmas, no aspira a convencernos de nada: nos invita a persistir en unas sencillas reflexiones, y sobre todo a fortalecernos con la práctica. 

Cambiando los actos transformamos las ideas engañosas, relativizamos el deseo y la aversión, nos ejercitamos en una ética de resistencia y sencillez que apacigua el miedo y nos hace flexibles como espigas al viento: el dolor pasa, pero no nos quebranta. 

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