Repetirse suele ser considerado una lacra para la obra creativa: al fin y al cabo, sugiere falta de imaginación. Sin embargo, no siempre es así: conocer es repetir, se aprende repitiendo.
A veces hay que repetir para entender, y siempre hay que hacerlo para lograr que algo tenga consistencia, o para conquistar un cambio. No hay que desechar la reiteración, cuando nos sirve para explorar los matices de lo mismo.
Pero más que la repetición, a la postre colofón de la coherencia, lo que condena la severa lógica es la contradicción. ¿Podría tomarse en serio la obra de un científico que afirma una cosa y también la contraria? En efecto, el conocimiento no puede permitirse la incoherencia.
Y, no obstante, resulta notable lo a menudo que la hallamos en él, sobre todo cuando se trata de reflexionar, que es un conocimiento especulativo, una comprensión que se hace a sí misma a medida que se despliega. Es fácil caer en contradicciones cuando se intenta captar la complejidad, cuando se trata de poner a prueba múltiples caminos. Nunca estuvo claro que la verdad fuera una, aunque no dejemos de aspirar a ello. Y porque seguimos intentándolo, y lo hacemos con honradez, no tememos incurrir en antítesis, con la esperanza de alcanzar síntesis más elevadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario