martes, 16 de febrero de 2021

Locos

Todos estamos un poco locos.
¿Qué es, en definitiva, estar loco? Es pensar de un modo disparatado o comportarse de un modo incoherente. Pero, ¿quién no se sorprende a sí mismo desvariando, quién es por completo coherente?


Montaigne confesaba que «si no ocupamos el pensamiento en algún tema que lo bride y contenga, se lanza desbocado aquí y allá, por el campo difuso de las imaginaciones». Por otra parte, ¿en qué consiste la coherencia, más que en darse la razón aun sospechando que estamos equivocados? Es la norma la que establece la coherencia, y la norma no deja de ser una convención; de nuevo Montaigne: «Lo que está fuera del marco de la costumbre lo creemos fuera del marco de la razón». Cumplir la norma continuamente nos asfixia y nos aburre. 

Todos estamos un poco locos, pero algunos lo parecen más que otros. El «desquiciado» anda salido del quicio, no acaba de ocupar su sitio. El loco oficial es alguien definitivamente deslocalizado. «Le falta un tornillo», está desajustado, descompensado, fuera del equilibrio reconocido. Se intenta entonces recalibrarlo, y en eso consisten las redenciones y las terapias, que casi siempre fracasan. Pocos locos desean abandonar su locura, quizá, siguiendo a Blake, para volverse sabios.  ―«que toda la vida es sueño…»―, una fábula corta o larga, según se mire, y más bien aburrida, pero por la que sentimos tanto afecto.

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