martes, 13 de abril de 2021

Serenidad obstinada

A los que disfrutan llevándonos al extremo
, a los que querrían vernos desacreditados por perder los papeles, opongámosles una serenidad obstinada, afirmativa, meticulosa.
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No les hagamos el trabajo de desvirtuarnos ―des-virtuar: arrebatar la virtud― por nosotros mismos, según su capricho. Si quieren derrotarnos, que lo tengan difícil, que nos encuentren de cara y con la cabeza bien alta. Si su afán es hundirnos, que tengan que cavar hasta nuestros cimientos. Si conspiran para nuestra perdición, no nos entreguemos por trofeo. 

Porque hay gente así. Son como los virus: inoculan sus trazas de maldad para contaminar el alma de los buenos, y ponerlos a su servicio. Impotentes para crear por sí mismos, parasitan a quienes están llenos de vida, y de ilusión, y de fuerza, y los usan como vehículo en pos de sus intenciones. Hay gente así, que no tiene vida propia y coloniza la vida de los demás, manipulándola mientras les sirve. 

No les demos ni siquiera el alimento de nuestro disgusto. Opongámosles un muro impenetrable, quitemos de su alcance todo lo bello y todo lo valioso. Que no tengan donde clavar sus garras ni sus tentáculos. Construyamos un mundo de alegría impenetrable, de serenidad impasible: nuestra fuerza es su debilidad.

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