Cada instante de la vida nos pone a prueba. Cada momento presenta un testimonio de nuestra medida. Cada ocasión es una oportunidad para intentar ser lo que queremos ser, para hacer lo correcto y ser semilla y flor y fruto. Si hay un lugar en el que crear nuestra obra de arte, es aquí y ahora.
Siempre hay que estar dispuestos, siempre hay que estar atentos. Siempre hay que dar lo más que sea posible. Cada instante es el tiempo de la eternidad, cada enclave es la oportunidad de una obra maestra. Cada persona merece el más cálido amor.
Hay que darlo todo siempre y en todas partes. Para que nada suceda en balde, para que ningún minuto se pierda. No podemos permitirnos el lujo de esperar, porque la espera ―la esperanza― conduce a los baldíos de lo ficticio, de lo pendiente, que nunca se completa porque siempre está por suceder.
Así que cada suceso nos interpela, y cada acto es una respuesta. Respondemos eligiendo, inventando, como dijo Sartre. Optando por caminos que nos llevarán a otros, y son los únicos que existen. El desafío es el instante. Mañana puede no haber nada, un día ya no estaremos. Lo que haya que hacer, hagámoslo. Entusiasmo, alegría, coraje: aquí y ahora; ahora o nunca.
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