martes, 25 de mayo de 2021

Hábitos programados

Nuestra cotidianidad está plagada de acciones automáticas
―sin atención deliberada―: desde vestirnos por la mañana hasta conducir o cerrar la puerta con llave. Lo que no se muestra tan aparente es hasta qué punto los actos que suponemos atentos ―como hablar, reflexionar, resolver un crucigrama― tienen también mucho de automático.


Esa economía de atención resulta práctica, ya que la reserva para otras cosas; pero puede resultar desfavorable si nos lleva a descuidar detalles importantes debido a nuestra dispersión. 

Siempre que conduzco el coche recito un conocido mantra tibetano. Admito que en parte lo hago por superstición (la superstición es otro tipo de hábito), pero cuando ando muy ensimismado me sirve de alerta para volver al mundo real y prestar atención a la carretera. 

Mi «mantra del automóvil» es como un despertador, una señal que hace que mi cerebro espabile y cambie su dinámica. Con algo de entrenamiento podemos establecer todo un código personal de señales que estimulen determinadas secuencias. En eso se basa la PNL. Y si combinamos esas señales con el mapa de los roles sociales, disponemos de un excelente instrumento para hacer mejor las cosas, como los seis sombreros para pensar que propuso Edward de Bono.

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