sábado, 19 de junio de 2021

Cartografía íntima

Nuestra noción del espacio, como la del tiempo, no es objetiva, sino que traza una cartografía íntima
, hecha de significados y de afectos. Los lugares del mundo, vistos desde el corazón, están cargados de luces y de sombras, de vivos cromatismos y de grises cenicientos.


Nuestra historia va componiendo esa cartografía del afecto, en la que la ternura establece cercanías, el rechazo abismos, el miedo selvas impenetrables. Nuestro hogar marca el centro del mundo: quizá no la residencia actual, tal vez la casa de la infancia, si en ella fuimos felices. Los límites de la patria los marcan los amigos o las tierras queridas: más allá comienza una terra incognita en la que, como los antiguos, podemos presentir pavorosos monstruos o continentes perdidos. 

Habrá quien habite un mundo ancho y luminoso, al que salga silbando confiado por las mañanas, dispuesto a ir donde haga falta; para la mayoría, sin embargo, el mundo es tan diminuto como la ruta para acudir al trabajo. Nunca se viajó tanto ni tan lejos, pero hay quien vuela al otro extremo del globo y apenas distingue nada nuevo. Algunos viven en chozas recónditas, en medio del bosque, pero frecuentan cimas desde las que se divisa el mundo entero. Hay lugares sagrados, lugares felices, lugares funestos: cada cual tiene los suyos.

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