viernes, 4 de junio de 2021

Ensoñaciones

Fantasear sobre lo posible nos sirve para tantear el futuro
, aunque luego las cosas caigan siempre por sorpresa y desbaraten nuestras previsiones. Pero, de todos modos, imaginar no es vivir, ni pensar es hacer.


La vida no se escribe en potencial ni en subjuntivo, se escribe en presente y se pierde en pasado. Nuestras ensoñaciones son solo un jugueteo, y su único valor reside en que nos preparan y nos entretienen ―o nos atormentan, que es otra manera de entretenerse―. 

Las ensoñaciones son la ficción de nuestro destino, son el presentimiento de la batalla. En ellas, la prudencia y la lucidez cumplen su cometido de inspirarnos para las buenas decisiones: la libertad empieza a perfilarse en esos esbozos. Pero después de analizar y planear, de intuir y suponer, hay que ponerse a la tarea, salir al mundo y enredarnos en él. Tras la ensoñación es la hora de la voluntad y el coraje, la mano derecha que ejecuta y la izquierda que improvisa. Ahí se juega todo: en la realidad. Ahí las ensoñaciones nos dejan solos, y así debe ser, porque no tenemos tiempo para ellas. 

Y ahí entra en juego una nueva prudencia, y una nueva lucidez, que son las que miran a la cara de la vida y procuran conquistarla y seducirla, avanzar y retroceder, y afrontar la derrota cuando no queda más remedio. 

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