sábado, 10 de julio de 2021

La caja

Esta no es una caja cualquiera.
Se parece a los arcones arrumbados en los desvanes, aquellos que se armaban con madera maciza que ennegrecía al paso del tiempo. Aquellos de superficie finamente labrada de arabescos. Chirrían sus goznes al abrirla. Tiene cerradura de bronce, pero perdí la llave.


Es la caja de mis desvelos. De las ansiedades inoportunas que se equivocaron de tiempo, pero que no sé abandonar. Ahí las archivo, como antiguos pergaminos, como enigmas por descifrar, como reliquias de la incertidumbre. Es una caja colmada de susurros que no quiero escuchar pero tampoco sé soltar al viento. 

Dentro de esa caja, mis desasosiegos duermen su sueño de puñales mellados y de amaneceres fríos. Nada los traicionará. Aguardarán tranquilos la llegada de tiempos mejores en los que alguien más fuerte y más sabio que yo ―tal vez yo mismo en otra oportunidad― los desempolve y traduzca su recado. ¿La caja de Pandora? Más modesta ―pues solo me atañe a mí―, y sin la esperanza al fondo. Un día abriré esa caja y sus legajos volarán como ceniza, pero no para cubrir el mundo, sino para secarse al sol como lagartos viejos. Un día… Pero no hay prisa. Pueden seguir durmiendo el sueño de los justos. Al menos hasta mañana.  

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