La presencia está en el rostro: los niños juegan a hacerse invisibles cubriéndoselo. Por eso nos inquietan las máscaras.
Cierto que toda la vida social es un juego de máscaras: cada antifaz corresponde a un rol, y cada rol lleva aparejado un comportamiento. Pero la máscara grotesca proclama la transgresión, como en Carnaval, cuando el disfraz nos libera del rol habitual (que es la máscara socialmente establecida: la persona de los actores de teatro en la Grecia clásica) y nos permite impunemente conductas de excepción: una máscara sobre la máscara transforma a la persona en personaje.
Esa misma libertad es la que nos atemoriza en otros. Tenemos miedo de quien cubre su rostro porque no sabemos a qué atenernos, porque sabemos que sus actos han dejado de ser previsibles y no están sujetos al control de la tribu. Las capuchas de un atraco o de un terrorista no solo protegen al delincuente al hacerlo irreconocible: nos persuaden de que enfrentarnos a él puede convertirnos en víctimas. Los verdugos de todos los tiempos han usado ese modo de impresionar. También los hechiceros y los jefes de las tribus: su máscara les imbuía de un poder excepcional. En cambio, «dar la cara» es demostrar intención de honestidad, es mostrarse uno mismo tal cual es, con todas sus consecuencias.
Muy interesante... sí, nos creamos un papel y luego nos lo creemos. Y es cierto, vamos de honestos por decir lo que pensamos o sentimos, hecho que no nos exime de que nos hayamos engañado a nosotros mismos previamente.
ResponderEliminarDecía Talleyrand, uno de los más profundos e inteligentes de su época, con ese desden y superficialidad que le caracterizaba: "los jovenes van de sinceros y naturales, pero simplemente son mal educados."
¡Bienvenido de nuevo!
EliminarEl tema de las máscaras es tan profundo (valga la contradicción) como el de los roles y ese fenómeno inseparable de ellos que es el fingimiento. Toda la arquitectura social se basa en ese desempeño teatral. ¿Has leído a Erving Goffman?
Pero lo más interesante es lo que tú ya señalas: que nos creamos un papel y luego nos lo creemos. Eso se llama identidad, y es la base del Yo. En esencia, la identidad es la interiorización de nuestros roles. Repítele a alguien que es malo, o un genio, y seguramente acabará creyendo que lo es.
Muy buena la cita de Talleyrand, me la anoto.
Gracias por seguir por aquí. Un saludo.
No, no me he leído a Goffman, pero es evidente que el yo es un artificio mental, por así decirlo. De hecho no somos "algo, sino una multiplicidad de instintos, deseos, pensmaientos... no pocas veces en contradicción.
EliminarDe la misma forma que nos imaginamos la realidad dentro de la cual tomar decisiones y opinar, nos imaginaos como somos nosotros mismos.
Goffman: no te lo pierdas, es una fuente de disfrute y sabiduría (práctica, de esa que nos permite descifrar la vida).
Eliminar"Nos imaginamos que somos nosotros mismos". No se me ocurriría una manera más precisa de expresarlo, con toda sinceridad.
Saludos.