Todos queremos ganar, pero es poco inteligente ganar a toda costa. Ganar es perder si el precio que conlleva el éxito es mayor que su premio, como entendió Pirro tras su victoria sobre los romanos en Heraclea (y de ahí la expresión victoria pírrica): «Otra victoria como esta, y tendré que regresar a Epiro solo».
¿Cuántas veces nos obcecamos en una meta y, ofuscados en nuestra carrera por alcanzarla, vamos dejándonos lo mejor por el camino? Para los estoicos no había mayor victoria que una serenidad inalterable, y consideraban que ningún deseo ni dificultad merecía que se le rindiera la paz interior. Podríamos recordárnoslo cuando pagamos nuestros empeños con la alegría o la salud, o con el tiempo que podríamos dedicar a nuestros hijos.
Por eso, a veces, perder puede ser ganar, si lo cedido tampoco tiene tanta importancia, y si la derrota nos permite preservar lo que sí la tiene: «Una retirada a tiempo es una victoria», dicen que sentenció Napoleón. La renuncia es el arte de elegir lo prioritario, arte que empieza por tener clara la propia escala de valores. Desistir es el precio que se paga por lo valioso, que nunca es gratuito, y por eso ya se dijo que vivir es perder. Los budistas consideran la pérdida una liberación: tiene todo por ganar quien no tiene ya nada que perder.
Estoy totalmente de acuerdo en lo que dices. Y eso incrementa aún más mi rabia cuando veo dónde sitúa nuestra sociedad a "los perdedores", ¿verdad?: Seres inferiores, incapaces, prescindibles y de los que hay que mantenerse lejos y olvidarse. Mientras que "los ganadores" reciben todo tipo de elogios, entrevistas, mostrados como los referentes a imitar. ¿Acaso Buda era tan despistado que no se dió cuenta de lo equivocado que estaba? ¿ Se le pasó por alto?
ResponderEliminarA mi me parece más obvio pensar que es nuestra sociedad la que se ha ido degenerando y corrompiendo a causa de la ausencia de ciertos valores.
Existe una escena en la película de Pink Floyd, "The Wall", en el tema "Comfortably numb" que lo representa de modo magistral:
Mientras dos hombres transportan al protagonista, que yace débil y confuso en la intimidad de su habitación, cogiéndolo uno por cada brazo, camino del escenario donde será seguido por miles de fanáticos, durante ese trayecto, su cara y cuerpo aún humanos, van pudriéndose, generando una especie de piel infestada de gusanos, necrosa. Él, mientras avanza, y de fondo in crescendo la maravillosa música (que va emocionándole a uno cada vez más), va rasgándose esa capa de piel podrida hasta hacerla caer y aparece la nueva imagen, intacta, impecable, de un renacido Dictador violento y agresivo, al que las masas aplaudirán. Sube entonces al escenario.
Una metáfora perfecta, dirigida por el siempre maestro Alan Parker.
Un perdedor (miedoso) convertido en ganador (autoritario) a través de la putrefacción de sus valores.
Quizá hago una interpretación un poco extrema de la escena, sin embargo, siempre la ví de ese modo, y me sigue poniendo la piel de gallina.
A otro nivel, recuerdo que tuve que tener una charla educativa con mi hija cuando era pequeña, para explicarle que en el parchís, se puede ganar o se puede perder, porque es un juego. Se daba la circunstancia que su abuela la dejaba ganar siempre y yo, ignorando tal hecho, la hice llorar ganándole en una partida. Su reacción me preocupó y mediante el teléfono conocí el motivo de su llanto.
Después de una consolación paternal y una explicación de lo que ocurría cuando decidías jugar a algo, recuerdo que le dí dos opciones:
-Arriesgarse a poder perder si jugábamos o estar segura de no perder, si no jugábamos.
Escogió la primera.
Siempre fue muy lista.
Ganar está bien, pero no es tan importante como pasarlo bien.
Muy acertado y real el pensamiento budista que apuntas al final. Muchas gracias por recordármelo
Exquisitos tus ejemplos sobre el poder del perder y los peligros del ganar.
EliminarA mí eso de perder siempre me resultó muy curioso. Me ha tocado perder a menudo (supongo que como a todos), y la mayoría de las veces he acabado por aceptarlo (no siempre, soy muy orgulloso), pero creo que nunca lo entendí del todo, como si se tratara de una idea impuesta desde fuera con la que se me pretendiera someter a un determinado rol. ¿Acaso no hay muchas maneras de perder y de ganar?
Con el tiempo he entendido que, cuando se trata de competir, uno tiene que perder para que otros ganen... Como en el parchís. En la teoría de juegos se habla de los juegos de suma no cero, donde lo que gana uno no le resta a otro necesariamente, y por tanto todos pueden ganar algo. Por supuesto, desde el punto de vista ético son los mejores, y los que yo procuro enseñar a mis alumnos. Pero no nos engañemos: ni punto de comparación con los apasionantes juegos de suma cero. Los momentos más emocionantes de la escuela suceden, qué duda cabe, en el patio. Qué le vamos a hacer, nos gusta competir...
Así que el principal aprendizaje se resume en la lección que le diste a tu hija: perder con deportividad. Me haces pensar que quizás en eso consista el arte de perder: en hacerlo disfrutando, sin quedar relegado a mero perdedor.