El entusiasmo, como el pesimismo, colma la atmósfera y se contagia como una fragancia. Y no solo a otros, sino también a ese otro que somos a cada nuevo instante.
El entusiasta tiende a encontrar razones para confirmar su arrebato, y así el optimismo va ensanchando su propia realidad, o la perspectiva de su atalaya sobre la realidad, lo cual viene a ser lo mismo.
¿Se puede, entonces, elegir realidad como se escoge plato en un menú? En cierto modo, sí. El mundo, para el optimista, está lleno de luz. ¿Significa eso que se engaña? No: significa que lo ve bajo la luz que él mismo proyecta, porque el mundo es luz y sombra a la vez, y a uno le corresponde valorar la relevancia de cada una.
Lo que nos favorece no es verdad porque convenga, pero la conveniencia ya es una verdad. Así nos dirigimos al mundo, así lo vemos. ¿Y qué nos conviene? La valentía, la convicción, la fuerza. El entusiasmo. Spinoza lo llamó alegría y consideró que era el eco en nosotros de aquello que nos confirma, que está de nuestra parte y quiere sustentarnos. «La alegría es el paso del hombre de una menor a una mayor perfección». Nietzsche concluiría que nos hace más fuertes, en tanto que no nos destruye. Alegría, pues: esa es la verdad que está a nuestro favor.

Me ha encantado esta reflexión, querido amigo. Sin duda confirmando tu afirmación sobre que "se contagia como una fragancia".
ResponderEliminarLa alegría, en mi opinión, puede además llegar a convertirse en un estado permanente de consciencia y en un modo de actuar que refleje una decisión sobre cómo experimentar la vida.
No me cabe duda que la vida es en sí una percepción y si eso es cierto, según donde yo decida situarme, mi perspectiva me permitirá crecer rodeado de unas cosas y no de otras.
Ser consciente de que podemos construir nuestra propia realidad sin engañarnos, supone un gran descubrimiento.
Seguirá habiendo de todo, pero como tú, me postulo de parte de la alegría.
Como siempre, es un placer leérte.
Suscribo tus apreciaciones. Olvidamos fácilmente que las emociones crean su propia realidad a través, como dices, de la percepción. El papel de las razones está sobrevalorado, solemos ponerlas después. Aunque siempre haya muchas más razones para la pena, como dice Serrat, hay que defender la alegría. Un brindis por ella.
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