martes, 23 de noviembre de 2021

Saber sufrir

Ya no estamos acostumbrados a sufrir.
El sueño consumista, al instruirnos en la facilidad, nos hace inevitablemente más flojos y caprichosos. Es como si no acabáramos de hacernos adultos.


¿Y qué es ser adulto? Mirar a la cara a la realidad y comprender que no se acomodará a nosotros; aceptar que no hay garantía, que no se nos debe nada, que a menudo toca perder; asumir la propia responsabilidad y trabajar por los deseos, pues nadie lo hará por nosotros. Y sufrir. No porque amemos el sufrimiento, sino porque es el precio de desear ―puesto que no siempre los deseos se cumplen― y hacer ―conseguir las cosas cuesta―. Vivir es perder, o sea un dolor, pero también está el dolor de ganar, pues siempre se gana contra la vida, o a pesar de ella. 

¿Un asco de vida, pues? Al contrario. Lo que nos da sentido es la dificultad, lo que confiere valor a las cosas es que cuesten. El placer brilla porque lo disfrutamos entre dolor y dolor. No amamos el sufrimiento, pero nos atenemos a él. Nuestro sueño de eliminarlo por completo no solo es iluso: es ante todo debilitador. Nos aleja de la fuerza y nos reduce al lamento, a la pataleta, a la impotencia. No hace falta llevar una vida espartana, pero conviene entrenarse en los pequeños inconvenientes para cuando lleguen los grandes. 

2 comentarios:

  1. Mi hija me comentaba que su mejor día de la semana es el viernes, y el peor el lunes. Y le pregunté: ¿y el sabado y domingo? su contestación fue: están bien, pero el mejor es el viernes.

    coincido con montaigne: "no nos gustan las cosas demasiado puras".

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  2. Coincido con su hija: nada puede compararse con ese momento del viernes en que salimos del trabajo y parece que nos queda por delante una libertad larga, larga...
    Así somos: la expectativa tiene más poder que la realidad, porque en la primera caben todos los sueños y aún no nos pide nada...
    Un cordial saludo.

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