viernes, 25 de febrero de 2022

Quedarse fuera

Las investigaciones de S. Asch demostraron hasta qué punto lo que creemos que son nuestras opiniones se revela influido por los demás
; dicho de otro modo: nuestra opinión (o nuestro deseo, o nuestra intención) es un asunto menos personal de lo que desearíamos creer, es un fenómeno en buena parte colectivo.


En el experimento de Asch, las personas podían llegar a sostener verdaderos disparates solo porque así lo hacía la mayoría de los que les rodeaban. En definitiva, la verdad nos importa menos que evitar quedarnos solos. 

Personalmente, para mí los grupos de mensajes son más bien fastidiosos, y no porque no aprecie a los otros, sino porque me incomodan las charlas por el móvil. Me resultan frías y tediosas. Si uno de mis amigos escribe algo, pocas veces respondo. «No tengo tiempo, no me apetece, hoy no intervendré», me digo convencido. Sin embargo, a medida que aumenta el número de participantes, por boba que sea la conversación, se me despierta una creciente inquietud si mantengo el silencio. Todos han dicho algo: ¿intervendré al final? ¡Qué remedio! Ya no me queda silencio cómplice que me sirva de coartada. 

Se trata solo de un ejemplo de lo frágiles que son nuestras convicciones frente a la presión de lo colectivo, y lo fuerte que es el temor de quedarse fuera.

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