Hay quien tiene el don de ponerse la vida fácil, y quien se las arregla para complicársela. ¿En qué factores clave reside la diferencia?
Influye el sustrato genético: tender a la ansiedad, a la depresión, a la insatisfacción, a la susceptibilidad, sirve para encontrar, crear o incrementar dificultades. El ambiente también puede imprimir estos rasgos; casi siempre se da un reforzamiento mutuo entre predisposición y contexto. Las actitudes son a la vez resultado y causa de esos factores: así, el pesimista tiende a la depresión y la alimenta con su pesimismo; el agresivo suele ser susceptible, y la actitud agresiva, al provocar el rechazo ajeno, aún lo hará más.
No podemos cambiar la herencia genética ni el ambiente en el que hemos vivido, pero tal vez podamos transformar las actitudes. Es lo que nos decía Sartre: un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él. Por difícil, limitado y dudoso que resulte, la voluntad tiene un cierto margen de maniobra. La psicología cognitiva, aún predominante, propone empezar por cambiar las ideas. Se trata, sin duda, de un buen punto de partida, y en él se justifica la filosofía del buen vivir. Sin embargo, las emociones y los hábitos son más fuertes, y emanan más de los actos y los roles. Piensa de otro modo y tal vez cambies; actúa de otro modo y cambiarás seguro.
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