sábado, 26 de marzo de 2022

Tener sangre

Algunas personas, por pereza o temor, tienden a encarar las dificultades de la vida desde la inmovilidad o la retirada.
Ponen poca fuerza para afrontarlas, sea porque no la tienen o porque creen no tenerla.


Uno debe conocer sus limitaciones, y, dentro de lo posible, procurar sacarles partido. Lamentar los propios límites es fácil: nos los encontramos continuamente (aunque haya quien prefiera negarlos, y entonces su problema es otro); lo difícil es usarlos de trampolín. 

Todos conocemos personas que tienen muy buenas cualidades y las dilapidan, debido a su inseguridad o su escasa voluntad. Y otras que, aun contando con carencias considerables, insisten hasta que las compensan, o incluso las ponen a su favor. Estas nos sirven de modelo y de acicate, nos demuestran que con voluntad e inteligencia se puede llegar más lejos de lo que cabría esperar. Algunas elevan lo humano hasta lo heroico.

Para vivir, como decía mi abuela, hace falta sangre: ímpetu, persistencia, obstinación, genio. Quien se acomoda en la tristeza de lo fácil, en el abrigo de lo seguro, se está limitando a sí mismo. El empeño, en cambio, es una alegría, es la fuerza misma en marcha, eso que Spinoza llamaba conatus. O sea: sangre. Sentir la sangre latiendo por las venas. 

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