martes, 5 de abril de 2022

Lo difícil

Lo difícil, a veces, insiste obcecadamente y nos lleva al límite.
Sin embargo, lo curioso de los límites humanos es que casi siempre se pueden ensanchar un poco más. Así que, a menudo, el que aguanta vence.


¿Cómo no alegrarse de un triunfo, sobre todo cuando ha sido logrado con ahínco? Sentir la satisfacción del desafío respondido no resulta necesariamente inteligente ―hay luchas triviales y victorias pírricas―, pero siempre saca brillo a lo humano. Nos llena del orgullo del mérito, que no podemos evitar que nos importe. Spinoza lo comprendió como pocos: «Cuando el espíritu se concibe a sí mismo y su potencia para obrar, se alegra». La alegría reside en revelarse potente, probarse capaz, sentirse reafirmado por los propios actos, que inscriben nuestra historia en el destino. 

Por esa hambre de satisfacción con nosotros mismos, a veces buscamos ―puede que inconscientemente― situaciones que nos pongan a prueba, como hacemos con los juegos en los que le pedimos otra partida al rival que ya nos ha vencido. Por supuesto, hacerlo resulta aventurado; es probable, incluso, que no resulte muy perspicaz. Si todo va pasablemente bien, se pregunta uno a veces, ¿por qué buscarle tres pies al gato? Porque el hastío es peor que la derrota.

No hay comentarios:

Publicar un comentario