Ante una excavación arqueológica siento aquel vértigo del tiempo del que hablaba Borges refiriéndose al Bhagavad-Gita. Contemplo esos utensilios que salieron de las manos de personas que vivieron hace 30.000 años, y me siento abrumado por unas proporciones monstruosas, en medio de las cuales mi propia vida (y la de aquellos seres olvidados) se me antoja insignificante.
Cada uno de nosotros es un punto en una línea que se alarga y se alarga hacia atrás y hacia delante. Todo procede de una sucesión incontable, y dará lugar a otra equivalente. Tal vez esa confluencia de pasado y futuro confiera un cierto sentido (al fin y al cabo, formamos parte de ese aluvión, somos en él, aunque modestos, segmentos de causa y efecto); pero es un sentido más emotivo que real, pues no dejamos de ser, en el torbellino del universo, una mota de polvo cuya presencia apenas cambia nada, y cuya ausencia no habría conmovido a nadie, como decía Montaigne de sus dolores.
El vértigo del tiempo nos recuerda que el universo no está hecho a nuestra escala, que somos fruto del azar y pasto del olvido. «Vanidad de vanidades», dice el Eclesiastés. Buena lección, sobre todo si aprendemos a encajarla con serenidad y hasta con alegría: nuestro tiempo, por ínfimo que sea, es nuestro.
¡Qué curioso! Ayer sábado, precisamente, visitaba estas cuevas prehistóricas del Toll (https://www.catalunya.com/las-cuevas-del-toll-museo-de-moia-17-16001-522274?language=es)
ResponderEliminarContra el dicho de Montaigne, de que somos sólo una mota insignificante en el universo, siempre podemos esgrimir el pensamiento de Pascal, base de la teoría del caos, que dice "Si la nariz de Cleopatra hubiera sido un par de líneas más corta, toda la faz de la Tierra hubiera cambiado".
Lo pequeño puede tener siempre el poder de ser crucial... Así lo contaba Platón: Las piedras más grandes no quedan bien asentadas sin las más pequeñas.
También me viene en mente esa frase de Gladiator, que dice: "lo que hagamos hoy resonará como un eco para toda la eternidad."
Y sobre el determinismo... siempre me ha fascinado, pues me dejó de piedra cuando la leí por primera vez, esa sentencia de La Rouchefoucauld que dice: "nunca somos lo suficientemente inteligentes como para prever las infinitas consecuencias de nuestros actos".
Fascina apreciar como, según lo interpretemos, podemos quitarnos todo valor y significación.; considerarnos a nosotros mismos como algo fútil y trivial para la existencia.... O bien, podemos imprimir un valor y un significado a nuestra vida capital y sumamente profundo. ¿Qué escogemos?
Contemos con ambas cosas: insignificante y eterno. Podemos concebir la eternidad del instante, una eternidad transversal, en lugar del clásico tiempo lineal. Al fin y al cabo, el propio tiempo es un enigma indescifrable.
EliminarLas citas que mencionas son estupendas, me impacta especialmente la de Gladiator (película excelente que he visto dos o tres veces, y sin embargo no recordaba esa cita). La Rochefoucauld nunca decepciona.
Gracias por tus aportaciones, que convierten en un intercambio enriquecedor lo que de otro modo sería una colección de mustios monólogos.
Muy de acuerdo: fugaz y eterno...
ResponderEliminarun placer leerle.