Vivimos en una era de especialistas. Cada aspecto de nuestra vida cuenta con su correspondiente especialista, que se supone sabe más que nadie de ello, y desde luego más que nosotros.
Además de los de siempre, tenemos gestores, terapeutas, profesores de cualquier cosa que queramos aprender (desde coaching hasta cocina), asesores de cualquier cosa que queramos consultar (estética, mobiliario, administración de nuestro dinero, alimentación…, ¡hay incluso asesores filosóficos!), consejeros para cualquier dificultad (conyugal, vecinal, espiritual, doméstica…), organizadores de cualquier asunto (bodas, fiestas, sexo…). Un ejército de profesionales capacitados para hacernos la vida más fácil.
¿De verdad la hacen más fácil, o más bien la viven por nosotros? La especialización se remonta a la división del trabajo, y tiene sentido para actividades complejas que requieren experiencia y técnica, como construir una casa o pilotar un avión. Pero desde el momento en que delegamos en especialistas cada detalle de nuestra vida, ¿no estamos renunciando a nuestro propio aprendizaje, no estamos entregando nuestra libertad? Acabaremos pidiendo que otros piensen, sientan o mastiquen por nosotros: no nos quejemos si nos dicen que no somos capaces de hacerlo solos.
De hecho, toda organización un poco compleja se estructura a través de especialistas. Resulta inviable que una persona sola, o unas pocas, controlen todos los temas al detalle. Y sin embargo, los directivos deben controlar un poco todo.
ResponderEliminarA veces me dicen -Es que en el instituto no nos enseñan cosas útiles, como pedir una hipoteca, hacer la renta, etc - Y yo les digo, lo importante es saber encontrar gente eficiencia y de confianza para que te haga estas tareas, o al menos te oriente porque en los detalles anda el diablo.
Y sí, tener que confiar en otros siempre es un problema gordo, pero así parece funcionar la sociedad desde hace milenios: como un ejercicio constante de confianza entre la gente.
Es una interesante simbiosis
Sé que me repito con el tema, que ya traté no hace mucho al reseñar aquel libro sobre cómo ordenar la casa. Pero es que me quedé con ganas de darle una vuelta de tuerca más.
EliminarNo desdeño a los especialistas. Como dices, a partir de un cierto nivel de complejidad, un solo individuo no tiene capacidad para ser competente en todo. Voy al médico, consulto al abogado, llamo al fontanero, y admiro poder apoyarme en sus cualidades, que yo no tengo ni tendré.
Pero la marea de los especialistas ha inundado nuestra cotidianidad, y el individuo corre el peligro de difuminarse en medio de tantas herramientas. No quiero que sean otros los que lleven las riendas de mi vida, aunque puedan hacerlo mucho mejor que yo. Hay cosas que quiero enfrentar por mí mismo, por torpe que me reconozca. La organización de mi tiempo, mis conflictos con la gente, la educación de mi hijo... En algunos detalles, el pulso con el diablo es un asunto personal.
Y es que, si no lo hago, ¿qué queda de mí? ¿Un simple usuario o cliente, que es a lo que pretende relegarme la sociedad de consumo? En algunas cosas prefiero equivocarme solo. Aunque ahora me vendría muy bien un electricista.
Es que tienes razón, la mayoría de la gente no usa a los expertos y especilistas sino que son usados por ellos; toman lo que dice "un experto" por cierto simplemente porque es un experto, sin analizar ni profundizar nada. Y luego ya está el extremo que bien comentas, gente con una falta de amor propio intelectual tan grande que se ve dominada por un miedo atroz a equivocarse, "a hacer algo mal" y por tanto con pánico a perder que necesita ser tutorizada en todo momento. Y estos suelen terminar siempre perdiendo.
ResponderEliminarPara ganar hay que estar dispuesto a perder, sino no te metas en el juego. La vida es un poco así, no crees?
Por supuesto. Incluso te diría que ganar o perder no es lo más importante (o no lo es siempre). En casi todas las pequeñas cosas, que son las que en realidad escriben nuestra vida, lo que importa es que seamos nosotros los que se impliquen, los que experimenten, los que se arriesguen..., los que se equivoquen. Lo que importa es que la vida sea nuestra. Es lo que le da sabor al juego.
EliminarPero siempre hay alguien por ahí cerca que te dice: "Aparta, yo sé mejor que tú cómo hacerlo". Y, claro, si uno es inseguro, le deja hacer, y se queda mirando con cara de bobo cómo el otro se ha adueñado de un juego que era de uno.
Spinoza ya hablaba de esta necesidad de "experimentar la propia potencia". Tal vez vivir en sociedad conlleve la obligación de competir por ello. Parece increíble, pero, entre todos los pulsos que estamos disputando constantemente, quizá el más elemental es la lucha para que nos dejen "ser".