miércoles, 7 de septiembre de 2022

Vastedades

No puede uno contemplar sin zozobra los dibujos de ruinas y prisiones de Giovanni Piranesi. Sus arquitecturas son ámbitos gigantescos y caóticos en los que el ser humano se siente reducido hasta la angustia, desorientado hasta el extravío.
En realidad, esas naves desmesuradas, sobrecargadas de elementos (pero a la vez vacías, horriblemente vacías), no están hechas para ser habitadas por seres humanos; como mucho, podrían servir de morada a dioses cósmicos delirantes como los de las historias de Lovecraft. 
No hacen falta dibujos para sentir el desasosiego de nuestra insignificancia: nos basta con mirar el cielo estrellado y concebir sus dimensiones vertiginosas, su frialdad indiferente, sus cataclismos espantosos. El universo resulta demasiado inmenso para ser nuestra casa: no es raro que desde antaño haya parecido, más bien, morada de dioses terroríficos. Lovecraft saca partido como nadie de ese terror de la vastedad y de lo inabarcable. El ser humano está hecho para arrebujarse en rincones pequeños. Pero incluso a él se le ha ido la mano, cuando para sus multitudes levanta colmenas donde el individuo se pierde, aplastado, confundido. Lo humano deshumanizado: ese es el horror que nos inspiran los laberintos abigarrados y desiertos de Piranesi. 

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