sábado, 22 de octubre de 2022

La tarea del afecto

La cercanía de los demás es prodigiosa y difícil.
El afecto tiene sus desafíos. Nos conmina a sentar plaza y cultivarlo. Sentir afecto sucede solo: mantenerlo requiere esfuerzo y arte.


Las personas traen con ellas su propio universo de sueños, temores, heridas y proyectos. Descubrir lo mucho que tenemos en común es un gozo. Pero aparecerá lo que nos contradice, lo que nos interpela, o simplemente lo que nos molesta o no nos apetece. ¿Tendrá paciencia, el consumista líquido del siglo XXI, para afrontar esa misión de armonizar discrepancias? 

Reconozcamos que no abunda. Nuestra tendencia, cuando asoman los tropiezos, es desistir y volver a rebuscar en el mercadillo de los afectos. Ya no estamos acostumbrados a que las cosas cuesten. Nuestros vínculos nacen con un sello de fragilidad, como si se nos ofrecieran con período de prueba indefinido, y la duración no implicara compromiso. Pero esa misma levedad de nuestra intención confiere al otro un valor quebradizo. Todo parece siempre amarrado con pinzas, y cuando estas saltan no nos sorprende; de hecho, lo que resulta desconcertante es que no lo hagan, y en tal caso quizá nos pueda el impulso de salir huyendo, aterrorizados ante el avance de una felicidad que nos impondría la tarea del afecto.

2 comentarios:

  1. Para mantener una buena relación con la gente no hay que ser muy delicado ni tampoco exigente. Y la miopía ayuda mucho.

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    1. Acertadísimo. A menudo hubiese querido ser más diestro en esa miopía. Lo malo de abrir los ojos es que ya no puedes dejar de ver.

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