martes, 6 de diciembre de 2022

El carrusel del ánimo

Hay alegrías y tristezas absolutas: el amor y la muerte. Pero la mayoría de nuestros estados de ánimo son tan relativos
como el valor de las cosas, sujetos a las cotizaciones del deseo.


La felicidad se juega en esas inestabilidades del ánimo que, como decía Spinoza, dependen de si las circunstancias actúan a favor de nosotros o en contra, pero también de cómo las encara nuestra conciencia, y solo en esto, como ya nos señalaban epicúreos y estoicos, tenemos capacidad para influir. 

La razón es frágil cuando se las ve con las emociones, y por eso hay que entrenar tanto a la una como a las otras. A la razón hay que educarla sin cesar en que distinga lo importante de lo trivial, lo que se puede cambiar de lo que no. Sufrir por lo secundario es un derroche; por lo que no se puede cambiar, una estupidez. Hay que desistir de una vida condescendiente con nuestras esperanzas. Hemos de instruirnos en la paciencia y la entereza, y asentir cuando no quede más remedio. Si aprendemos a hacerlo con lo trivial, quizá nos resulte más llevadero afrontar lo importante. Pérdidas, derrotas, frustraciones: las facturas del deseo. 

Las emociones atienden poco a la voluntad. Pero podemos llevarles la contraria y actuar a pesar de ellas. Y eso, con suerte, a veces las transforma.

3 comentarios:

  1. Con las expectativas y emociones quizás lo mejor sea tratarlas a la oriental, a través del Tao, es decir: no hacerles frente cuando nos contradicen, sino usar su violencia para reenfocarnos y tomar fuerza de nuevo.

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    1. Los orientales han desarrollado desde antiguo las estrategias más eficaces para lidiar con las emociones perturbadoras. La clave, como dices, está en maniobrar como hace un marino experto: en lugar de enfrentarlas, reconducir nuestra navegación a través de ellas. Operación nada fácil (ni segura en su resultado), pero que puede entrenarse. ¡Estamos en ello!

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