Hay quien está hecho para la avanzadilla y quien se desenvuelve mejor en retaguardia. Hay quien tiene el impulso y el don para abrir camino, para dirigir y ser seguido, para explorar y plantar cara y lanzarse cuerpo a cuerpo al enemigo; y quien avanza tras las filas, discreto y callado, paciente y perseverante, y pone el hombro para apoyar y cuida de los heridos.
Todos los lugares juegan su papel en el conjunto, y es importante discernir cuál corresponde a cada uno; dónde resultará más apto y útil; dónde será más feliz y hará más felices a los otros. El líder nato tomará el timón e irá por delante; detrás de él habrá quien le dé sustento, quien lo modere y lo cure y lo sostenga.
El que se adelanta es quien más se expone, también a sus propias debilidades. Podría llegar a creerse autosuficiente, o explotar un poder que se le ha delegado; podría abusar de los otros, y someterlos a su interés; o embriagarse de arrogancia y caer en la temeridad. Por eso hay que atemperarlo, recordarle a menudo sus limitaciones y sus prerrogativas. Por su parte, al seguidor quizá le tiente acomodarse y mirar por lo suyo mientras otros tiran: hay que azuzarlo y comprometerlo. Vanguardia y retaguardia son dos platillos de balanza que suben y bajan, buscando el equilibrio.
Y luego están los actores: quienes simulan hacer cosas grandes o originales.
ResponderEliminarTodos somos actores, cada uno en su papel. Pero entiendo que te refieres a los oportunistas que engañan deliberadamente, los que explotan la actuación para quedarse con mucho aportando poco. No sé si se ha hecho una sociología del farsante, pero sin duda sería interesante.
ResponderEliminarSí que sería interesante, aunque me refería al representante por ejemplo, al periodista que divulga ideas de otros, a los actores de moda y que la gente los toma como gurus, cuando no son más que actores. De hecho, vivimos, ya cada vez más, en una cultura del actor, el representante, el intermediario entre los creadores e innovadores y la gente
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