Las leyes del intercambio son poderosas. Las llevamos grabadas a fuego en los genes, consecuencia de una evolución que nos modeló como seres sociales. Es obvio que la piedra angular que sustenta la sociabilidad es el intercambio: do ut des, dar y recibir, dar para recibir.
La ley de la reciprocidad puede ejercerse de modo inmediato o actuar, como la gravedad, a distancia. El pago de un favor se puede trocear y diferir, opción a la que los prestamistas han sabido sacar buen partido. Una devolución aplazada es lo que llamamos una deuda, que equivale a una ventaja, un poder del donante sobre el receptor. Ese poder acreedor es el que hace que los débitos nos resulten incómodos, y que prefiramos saldarlos cuanto antes: cercenan nuestra libertad, y sugieren que una parte de nosotros pertenece al otro.
La sociedad nos alecciona sobre esa tensión que instauran los apoyos: «es de bien nacido ser agradecido». La gratitud es la fuerza que, desde nuestro interior, nos conmina a pagar las deudas. Los favores nos ayudan en la misma medida en que nos atrapan. Por eso procuramos compensarlos mediante dádivas y regalos: al devolver un favor «quedamos en paz». Pero cuando este es muy grande, puede resultar difícil: la gratitud, entonces, podría verse sometida al fastidio del compromiso.

Yo ya ni recuerdo cuando fue la última vez que viví sin deudas. Me ha hecho reflexionar mucho tu artículo, querido amigo. En especial das en la clave cuando asocias la deuda a ausencia de libertad. Cada vez que me sobreviene una imagen idílica de lo que me gustaría tener o me gustaría hacer, me doy cuenta de que, las decisiones que he ido tomando, en realidad me alejaban de esos objetivos. ¡Cuántos errores absurdos puede cometer una persona! Nuevamente, la clave está en las decisiones.
ResponderEliminarEs muchísimo mejor vivir en la gratitud, sentirnos agradecidos por cada barra de pan que ponemos en la mesa. Quizá parezca anticuado, pero nunca he conseguido ver qué tiene de malo lo antiguo.
ResponderEliminarY, sin embargo, forma parte del juego de la vida aspirar a más. Otra contradicción para apuntar en la lista. Como dices, la clave está en las decisiones: en el arte con que nos movemos entre los extremos de la ambición y la gratitud.
EliminarLeyendo a Solón y a Salustio descubrí que la forma civilizada de esclavizar a la gente, o a la sociedad, es vía endeudamiento.
ResponderEliminarAsí nos somete toda la vida la voracidad del capital.
EliminarAsí es. Creo que la mayor diferencia entre los esclavos y nosotros, es que a ellos se les definía como esclavos y a nosotros no.
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