sábado, 18 de marzo de 2023

La conquista de lo mejor

Los proyectos incitan a la voluntad desde la ilusión. Pero es una fuerza frágil:
las ilusiones son tornadizas y las metas lejanas. Ambas pueden sucumbir fácilmente ante la pedregosa inminencia de la facticidad cotidiana, con sus reclamos urgentes y sus aprietos ineludibles.


Frente a esa endeblez de los proyectos humanos, las dificultades nos interpelan con voz recia, y nos sacuden con mano firme. Cuando se trata de salvarnos, todos los recursos se ponen en marcha, las fuerzas se disponen a llegar al límite, y no hay nada que nos distraiga. Así, los apuros recaban de nosotros lo mejor, sacuden la modorra y nos disparan hacia el futuro. Tal vez, a fin de cuentas, nos excedan, y, avergonzados ante la derrota, lamentemos un entusiasmo que ahora se nos antoja ridículo. Pero mientras dura la batalla nos vemos espoleados a implicarnos con todas nuestras fuerzas, y eso solo, independientemente del resultado, ya palpita con la belleza sagrada de los intentos. 

No voy a hacer un elogio del sufrimiento; ni siquiera voy a justificarlo: nada noble hay en la miseria del dolor. Ojalá pudiéramos ahorrárnoslo. Pero, puesto que resulta inevitable, mientras bregamos con la tempestad podríamos evocar el placer de apropiarnos de nuestro destino y sentirnos conquistadores de lo mejor.

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