Las disputas basadas en la recriminación no suelen resolverse con éxito. Entiendo por éxito que el resultado de la querella sea un acercamiento, o al menos un compromiso.
Hay discusiones de tiovivo en las que encabritados caballitos se afanan por avanzar para acabar volviendo siempre al mismo sitio. Una interacción de este tipo se reduce a una lamentable pérdida de tiempo y de energía: no es raro que a la larga los contendientes se cansen y prefieran romper la relación.
Un debate inteligente, o simplemente bien intencionado, no empezaría por un «tú» («Tú no me escuchas», «Tú me has ofendido», «Tú te has equivocado»…), sino por un «yo» («Yo desearía que me escucharas», «Yo me siento mal cuando dices eso», «Yo necesito tal cosa»…). Centrar nuestra sentencia en el otro es un arma de doble filo: se sentirá atacado y reaccionará a la defensiva, lo cual hace la comunicación improbable, y el pacto imposible.
En cambio, expresar lo que sentimos y pedir lo que necesitamos ofrece una invitación a la sinceridad, a la generosidad y al entendimiento. ¿Pretendemos demostrar lo egoísta, malicioso o torpe que es el otro, poniéndonos en el papel de víctimas, o preferimos resolver el conflicto y obtener algún fruto? ¿Buscamos pelea ―y a veces es lo que buscamos―, o acuerdo?
Interesante. También puede funcionar hablar de "nosotros" o tomarse el conflicto como algo objetivo lejos de uno y otro....
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con lo que decís.
ResponderEliminarAñadiría solo que el peligro suele venir por una lucha de poder. A veces sin reparar en ello
La propuesta del "nosotros" es magnífica... siempre que la otra parte esté dispuesta a incluirse bajo ese paraguas. Lo mismo pasa con el intento de objetividad: cuando se enredan las emociones, a ver quién es el guapo que la mantiene.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo en lo del poder... Una de las principales motivaciones de los desencuentros (¿y de los encuentros?, jeje).