Somos especialistas en malabarismos mentales que nos permitan seguir dándonos la razón a nosotros mismos. Uno de los ámbitos en que ponemos más ahínco es el de la responsabilidad.
Endosar a otros responsabilidades supuestamente nuestras puede resultar útil para la entereza moral ―evitar incordios como la vergüenza, la culpa o el remordimiento―, pero también para nuestro lugar entre los otros ―no ser objeto de acusaciones, reproches o incluso denuncias―. No es raro que nos esforcemos tanto en hacer responsables a los demás.
En una riña doméstica, uno recrimina a su pareja que no se interese por lo que le explica. «Tú ya me conocías cuando te casaste conmigo», le replica. O bien: «¿Y desde cuándo te interesas tú por lo mío?» Cada vez que echamos mano del recurso al «Tú también», al «Y tú más» o al «En realidad fuiste tú», seguramente estamos haciendo un trasvase de responsabilidad. Traicionamos a la verdad, o al menos a una parte de ella, y también nos traicionamos a nosotros mismos. Puede que ponernos gafas de espejo nos resulte práctico a corto plazo, pero lo que es seguro es que no resolveremos el problema, estaremos faltando a la dignidad del otro y, en definitiva, desvirtuaremos nuestra autenticidad. ¿De verdad es buen negocio?
Responsabilizarnos de nuestros actos, en realidad nos otorga el supremo poder de cambiar las cosas. Darse cuenta de esto que parece tan simple, es un verdadero hallazgo que puede cambiarte la vida.
ResponderEliminar¡Das en el clavo! Sin embargo, asumir responsabilidades es casi siempre un trago amargo que requiere lidiar con el maldito ego y, muchas veces, con las expectativas de los demás... Es fácil caer en la tentación de ese atajo que es desentendernos o disimular. No es raro que nos hagamos los líos que nos hacemos.
EliminarCurioso, el otro día puse un texto de Einstein para unos amigos donde el físico comentaba más bien lo contrario:
ResponderEliminar“No creo en absoluto en la libertad de la gente en sentido filosófico. Actuamos bajo presiones externas y por necesidades internas. La frase de Schopenhauer: "Una persona puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere", me convenció desde muy jovencito. Me ha servido de consuelo, tanto al ver como al sufrir las durezas de la vida, y ha sido para mí una fuente inagotable de tolerancia. Ha aliviado ese viejo sentido de la responsabilidad que tantas veces se puede volver demasiado serio y pesado, tanto conmigo mismo como con los demás. Así pues, veo la vida con humor."
Ostras, ¿he puesto amigos? .... curioso mi incosnciente
ResponderEliminarEs cierto que la responsabilidad a veces puede hacerse pesada o dura, aunque siempre podremos intentar verlo de otra manera.
ResponderEliminarRecuerdo que una vez leí una definición de "disciplina" que me encantó. Decía: "Disciplina es recordar en todo momento lo que deseo". Y viéndolo así, la constancia no se me hacía tan pesada.
La sugestión hace milagros.
Le doy vueltas a la frase de Schopenhauer...aún no la he pillado...jejeje
Muy interesante la definición de disciplina, y viene muy a cuento con respecto a lo que hablábamos de la pereza... La pereza deseada, entonces, podría entenderse como parte de la disciplina. ¡Me gusta esa disciplina!
EliminarEl tema de la libertad es un viejo debate que reaparece aquí de vez en cuando, como no puede ser de otra manera. Confrontar nuestras posiciones nos ayuda a todos a perfilar mejor nuestras posiciones. ¡Qué privilegio!
Schopenhauer tiene toda la razón: podemos elegir a la hora de actuar, pero no podemos controlar la infinidad de factores que nos han hecho como somos y que están detrás de todo lo que hacemos. Sin embargo...
Mi humilde opinión, como ya he comentado otras veces, es que ese condicionamiento (indudable, implacable) no equivale a un determinismo, sino solo a un asentamiento de las reglas del juego. El mundo reparte sus cartas e impone sus normas: el terreno de la libertad viene a continuación, cuando la voluntad (todo lo condicionada que se quiera, pero voluntad al fin) escoge qué hacer con esas cartas. En ese acto de escoger -también inevitable- hay un momento en que estoy yo y estoy solo. Como decía Sartre, mi libertad reside en lo que hago con lo que el mundo ha hecho de mí.
Infinitos factores condujeron a Einstein a trabajar en una oficina de patentes, a ser ambicioso, a vivir en un determinado contexto histórico y social... Pero el día que escribió la primera página de sus investigaciones, ¿qué fuerza cósmica le impulsó a tomar la pluma? Hubo un momento en que estuvo solo y tomó una decisión. ¡Qué suerte que eligiera investigar!