miércoles, 6 de septiembre de 2023

Orgullo

«El orgullo es lo último que nos queda
cuando todo lo demás falla», solía decir una amiga, entusiasta de la gente orgullosa.

Como me gustaba llevarle la contraria, yo solía replicarle que el orgullo nos hace rígidos y por tanto quebradizos, testarudos y por ello imprudentes, arrogantes y en consecuencia avasalladores. Me parecía que se llega más lejos admitiendo honestamente nuestros defectos y tolerando los de los demás. Y lo creía sinceramente, pero lo que no le confesaba, ni me confesaba a mí mismo, es que a la vez estaba de acuerdo con ella; que me gustan las personas orgullosas; que yo mismo, en fin, soy orgulloso. 

La tradición no aprueba el orgullo. Para el cristiano es un pecado vecino de la soberbia: el orgulloso está tan lleno de sí mismo que difícilmente tendrá sitio para el prójimo o para Dios. El budismo aconseja superar el ego con la compasión. El humilde siempre es bien recibido. Pero nadie se pregunta si además es respetado. Las relaciones también son lucha. Cooperamos, pero también chocamos. Ayudamos, pero también esperamos de los otros. El orgullo no presuntuoso planta cara con tenacidad a los empellones de la vida. No sé si es lo último que nos queda, pero a menudo, sin él, no quedaría mucho de nosotros. Modestia, pero con genio.

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