Una amiga, científica e investigadora, me replica siempre que le planteo una ocurrencia: «¿Cuál es la pregunta?».
A veces su actitud quisquillosa me fastidia: parece que el entusiasmo por un tema interesante debería ser suficiente. Sin embargo, en seguida comprendo que tiene razón: un viaje intelectual que no empieza por una pregunta es como zarpar sin destino, sin mapa ni brújula, sin todo lo que guía y da sentido al viaje. Incluso cuando se trata solo de explorar, uno tiene que contar con una cierta idea de por dónde y qué explorará.
Para encontrar algo, la mayoría de las veces, hay que saber lo que se busca, siquiera sea para que no nos pase desapercibido cuando se nos cruce por delante. Necesitamos partir con preguntas, con buenas preguntas, para que un viaje sea fructífero. Eso sí: sin aferrarse a ellas, siempre abierto a encontrar otras por el camino, como hizo Darwin en su periplo del Beagle.
Se ha dicho que una pregunta bien formulada lleva en sí el germen de su respuesta. La búsqueda entonces sería performativa, sería crear o componer la respuesta, del mismo modo que Ítaca iba creciendo en los horizontes de Ulises, y el Grial en el de Sir Gawain (a quien, por cierto, lo que se le exigía era hacer la pregunta correcta). Una pregunta es una llamada al hallazgo.
Cuando se pregunta se presupone que hay respuesta. Se presupone... ya me entiendes.
ResponderEliminarMagnífica acotación. De hecho, la pregunta tiene ese reverso: al centrar el enfoque, también limita la atención. La consecuencia -demostrada en investigaciones- es que a menudo encontramos precisamente la respuesta que esperamos, y descartamos otras que serían mejores solo porque no tenemos suficiente apertura de mente. Esto me recuerda aquella escena de El sexto sentido en que el niño le dice al protagonista: "Ven lo que quieren ver". Punto álgido y escalofriante del filme.
EliminarEl conocimiento es también una batalla. Una lucha contra los propios prejuicios y la tosquedad de nuestras capacidades. Un rendirse a que la realidad es caos y nuestro esfuerzo ordenador se limita, en buena parte, a la construcción de ficciones. Y por eso siempre, siempre, hay que relativizarlo y contemplarlo como provisional.
En un nivel más profundo (tal vez el que tú apuntas), suceden cosas aún más complicadas, como el hecho de crear preguntas que justifiquen respuestas dadas de antemano, o incluso esa "presuposición" de respuesta de la que hablas, y de la que, en el fondo, no tenemos ninguna seguridad.
Ya lo hemos hablado a veces: esa "verdad" deseada y esquiva...
Pero no podemos evitar querer conocer. Así que hay que contar con estas limitaciones y contradicciones. Y jugar con ellas. Ya digo, el conocimiento como batalla, como proceso en lugar de resultado. Si se quiere, como la más convincente de las ficciones. Nietzsche descartaba incluso eso, y proponía elegir en función de los intereses de la vida. Pero incluso ese principio es impreciso.
Llevaba unos días escribiendo algo sobre el conocimiento, la inteligencia y su origen (y como enfocar lo de la AI). Tenemos un prejuicio muy asumido sobre el conocimiento, pq es antiquísimo: que conocer es comprender lo real. Pero, ¿qué es comprender? Para mí es solo una sensación, con todo lo que ello conlleva.
ResponderEliminarY que la inteligencia no es más que la capacidad de alucinar. Con motivo al analizar nuestra forma de conocer, acaso empezando a analizarel hecho mismo de hacernos preguntas, vemos en seguida ya cosas sorprendentes y que no esperábamos.
Sí, conocer es construir lo real. Lo sabemos desde Kant. La cuestión que a mí me quita el sueño es: ¿cuán real es lo real?
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