viernes, 2 de agosto de 2024

Subjetividades

La razón y el sentido común pueden aportarnos algunos criterios, si no objetivos, al menos lo bastante convincentes
como para considerarlos sólidos y estables en el tiempo.  

Útiles, por ejemplo, para construir un espacio de encuentro con los otros, un territorio donde predomine el acuerdo. Pero a medida que nos alejamos de lo racional y nos aproximamos a lo emocional, la subjetividad va ganando terreno. Ya lo dice el refrán: «Sobre gustos no hay nada escrito». 

¿Qué referentes objetivos tendrían la alegría o el malhumor, el amor o la antipatía? Por mucho que procuremos justificarlos con razones (y somos expertos en encontrarlas, sobre todo cuando se trata de eludir la responsabilidad), estas no pueden dejar de sonar a excusas. 

Y por supuesto que existen causas, pero sus referentes son relativos y variables. Una buena digestión nos hace sentir los más felices, y un dolor de muelas los más desgraciados. No le damos importancia a la subida prevista del sueldo, pero nos indigna haber perdido una moneda. Un trabajo cotidiano puede resultar insoportable si ya no lo esperábamos, pero insignificante si nos abruman preocupaciones mayores. 

Estas montañas rusas del ánimo pueden resultar hasta entretenidas si no dejamos que nos atrapen, si las encajamos con humor y, como dice Johnson, aprendemos a bailar con ellas. 

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