miércoles, 14 de agosto de 2024

«Todo iría mejor si...»

Casi todo el mundo sabe lo que habría que hacer, aunque pocos acierten y menos lo hagan.
¿Y cómo lo saben?   


Los acontecimientos, cuando suceden, casi nunca se ajustan a nuestros pronósticos. La facticidad es obstinada y viscosa. Entrelazado con lo que prevemos crece lo inesperado, las rutas ensanchan los territorios que atraviesan. El único tiempo creativo es el presente, y precisamente por eso es el ámbito del dolor y la carencia: porque es donde tenemos todo por hacer. 

El presente está repleto de lindes que trazan el camino, lo que incluye tropezar con ellas. Avanzar es sentir la resistencia del mundo. «Caminaría si…» No: hay que marchar sin condiciones, casi sin pretensiones, como si después de cada paso solo hubiera otro paso y vivir consistiera en darlos al encontrarlos en nuestros pies, porque no podemos parar. Nada iría mejor «si…» La potencialidad no es una causalidad de una pieza, está llena de poros y de condiciones de las condiciones, hasta un infinito inabarcable. 

Lo óptimo no existe, porque siempre guarda en él la posibilidad de lo peor. Lo mejor no existe, hay que atenerse a lo bueno, o sea, a lo que hay, escrutado con ojo atento. El mecánico no añora el engranaje ideal, trabaja con lo que encuentra y lo hace funcionar. Tenemos lo que tenemos, y solo la lucidez y la entereza saben sacarle partido. 

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