miércoles, 11 de septiembre de 2024

El filo de la navaja

Nosotros estamos para desear, y el mundo para contrariar nuestros deseos.
No siempre somos conscientes de ello; a veces, incluso, nos sonríe la fortuna, y llegamos a concebir causas benévolas entre los azares. 

Los que dicen que el universo se alinea con nuestros deseos expresan una ilusión eficaz: es reconfortante creer que las cosas están a nuestro favor. Mejor para nuestro ánimo y nuestra salud, mejor para reunir fuerzas con las que hacer más probable el logro. Pero lo que se alinea gracias a nuestras creencias somos nosotros mismos. 

Lo coherente sería mantenerse en el filo de la navaja de la lucidez, y encontrar allí sentido y fuerzas. Pocos lo intentan y menos lo consiguen. Hace falta mucha inteligencia y mucha riqueza de espíritu para apostar por la ardua alegría y mantenerse firme al timón. La tentación de desistir es grande cuando sabemos que no hay padres cósmicos, cuando nos alzamos frente al destino solos con nuestras fuerzas. Nietzsche fue el gran apóstol del hombre emancipado que se alza por sí mismo; se atrevió a esa grandeza y sucumbió a ella. 

Nuestra fragilidad nos hace propensos a los subterfugios. Concebir fuerzas superiores y entregarse a ellas es más llevadero que andar a pecho descubierto por el filo de la navaja. Pero quien antepone el mundo a los deseos tal vez ya no desee nada más.  

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