martes, 17 de diciembre de 2024

Autodominio

Si el bien es un proyecto que se construye en buena parte contra corriente,
¿hemos de concluir que tiene más oportunidades de ser bueno quien se ejercita en el principio estoico de contente y abstente?  


Por supuesto: esa persona será más dueña de sí misma, y por tanto de sus actos. La voluntad a palo seco es frágil: necesita encaramarse en el hábito del autodominio, del mismo modo que, para avanzar hacia su destino, un barco requiere tanto de un rumbo certero como de un timón firme que lo mantenga en él. 

Hay quien se reprime demasiado, y ese es el exceso que debe corregir. Pero la mayoría de las veces lo que nos cuesta es poner coto a los desmanes del ánimo. Todo es mejor cuando es moderado: el entusiasmo, que mete la pata cuando se desboca; la ira, que puede desatarse en violencia; el miedo, por el que huimos precipitadamente para meternos, tantas veces, en trampas peores; el orgullo, que nos sobrecarga de esa arrogancia excesiva que los griegos llamaban hibris; el deseo, que nos empuja a tesituras de las que luego nos arrepentimos; y también, por supuesto, la confianza, que nos hace incautos, y la tristeza, que nos hunde en la impotencia. Aristóteles dio en el clavo al proclamar el camino medio: desechar los extremos, eludir los excesos. El talante equilibrado aspira a ser dueño de sí mismo. 

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