sábado, 7 de diciembre de 2024

Erizos

Schopenhauer nos comparaba con los erizos: la necesidad de abrigo
nos induce a acercarnos unos a otros, pero al aproximarnos nos pinchamos con las púas ajenas, y entonces tenemos que poner distancia de nuevo. El sabio cascarrabias dio en el clavo: ¡cuánto necesitamos la cercanía, cuántas tribulaciones nos cuesta!


¿A qué se deben dos tendencias tan contradictorias? Algunos científicos opinan que somos fruto de dos evoluciones paralelas que no acabaron de armonizarse: la evolución individual, que nos predispone a competir con otros individuos; y la atracción social, que nos impulsa a integrarnos en el grupo y cooperar frente a otros grupos. La tensión entre ambas inclinaciones explicaría buena parte de la variopinta contradicción humana, muy bien retratada en la imagen del erizo. 

Lo cierto es que hay personas más punzantes que otras, y personas más sumisas al pinchazo. Unas y otras se complementan. La púa grande no devora a la chica, pero la somete. La púa grande disfruta con la aproximación, al menos a las púas chicas: debe sentirse muy poderoso quien tiene ocasión de pinchar a su gusto, sin la amenaza de que le devuelvan la herida. Para la púa chica, en cambio, la aproximación comporta una tortura. Algunos erizos de púa pequeña se vuelven más solitarios y esquivos. ¿Será cuestión de agrandar las púas?

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