viernes, 24 de enero de 2025

Acercamientos

Elegir a quien acercarnos es un acto ético que no deberíamos tomar a la ligera,
y no solo por la cuenta que nos tiene, sino porque además nos estamos inmiscuyendo en el destino de otra persona: estamos decidiendo, como mínimo, que tendrá que soportarnos. 


Con nuestra amistad o nuestro amor siempre le estamos colando al otro deseos, mezquindades y conflictos. Así, cargados con ese fardo, nos metemos en casa del prójimo como Don Quijote en una venta, y el otro tendrá que apechugar, aunque sea para echarnos con cajas destempladas. 

No sé si acercarnos a los demás es un derecho, pero en cualquier caso parece inevitable, y de eso va la vida: de aproximaciones gozosas o inoportunas, afabilidades o peleas, y complicidades o rechazos. A veces todo junto, o sucediéndose vertiginosamente. Porque la gente es un pozo de sorpresas, y nunca la conocemos del todo; y, encima, cambia. O cambiamos nosotros con respecto a ella: hay quien tiene la virtud de despertarnos lo peor. 

Así que en esto de los afectos no está dicha nunca la última palabra. Pero hay que decir la primera, y en esa estábamos. «Todas las mañanas del mundo son caminos sin retorno», reza una gran película. Cabría añadir: todas las aproximaciones, también. El mundo cambia a cada instante en un trasiego de encuentros y desencuentros. No hay que tenerles miedo, pero sí respeto.

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