miércoles, 29 de enero de 2025

Contrato y lucha

El contrato social es terriblemente frágil.
Compartir, colaborar, organizarnos, nos hicieron humanos a lo largo de la evolución y definen nuestra humanidad. Pero tras esa sofisticada articulación social late una batalla sorda entre la cooperación y la prevalencia, entre el altruismo y el egoísmo, entre la solidaridad y el enfrentamiento. 


La sociabilidad constituye en nosotros una tensión, un rasgo precario. La convivencia es afabilidad, trenzada de conflicto. Y eso también define nuestra humanidad: nos distingue, por ejemplo, de las hormigas. 

Muchos relatos han fantaseado con el desmoronamiento de lo común ante peligros y catástrofes. La prioridad de sobrevivir, unida a la ausencia de autoridad, impone la lucha de todos contra todos, la ley del más fuerte. Hobbes parece triunfar, salvo en un detalle: en medio del caos, bajo los estragos que podamos provocar al albur del miedo o de la oportunidad; al margen de que los fuertes siempre tengan ventaja y la exploten, nuestra tendencia innata vuelve a impulsarnos a pactar la colaboración o al menos a someternos a ella. 

El hombre es lobo para el hombre, pero un lobo predispuesto a contenerse y ceder, una alimaña que conoce sus debilidades y se sabe tributaria de la manada: por miedo y por interés, sí, pero hambrienta de afecto. El contrato es frágil, pero la lucha nunca basta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario