martes, 29 de abril de 2025

Germinar

Valía mucho, pero no hacía nada.
Esperaba el momento ideal, que nunca llegó. ¿De qué le sirvieron sus cualidades? ¿De qué les sirvieron a los otros?    

La capacidad carece de sentido cuando no se realiza. Casi podría decirse que no existe. Es como las promesas que traicionan, como las intenciones que siempre se posponen. 

Todos tenemos grandes virtudes que dejamos arrumbadas en el desván de la vida, allá donde guardamos los trastos viejos que nos resistimos a tirar, amontonados junto a los gozos que amarillean esperando. Por indolencia, por temor, por vacilación. Porque, como dicen los cuentos, toda magia tiene un precio, y nos presentimos pobres. Pero la pobreza es una fortuna enterrada; la esterilidad es la semilla que prefirió secarse a afrontar el dolor de germinar. 

Hay un tiempo para cada cosa, reitera el Eclesiastés: un tiempo para esperar y un tiempo para avanzar; un tiempo para resistir y un tiempo para conquistar. Cuando suenan las campanas de la llamada, toca responder. Hay que abandonar el seguro hogar y salir al mundo, y exponerse a la tormenta y al vendaval. Hay un tiempo para la seguridad y un tiempo para el riesgo. Uno no puede quedarse siempre al amparo de la guarida. Porque, como nos recordaba Epicuro, ante la muerte todos somos como ciudades sin murallas.  

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